Habitar desde el instinto
Karen Cheirif en Casa Frissac. 2024
Curaduría de Daniela Orozco
El cuerpo, la casa, el mundo, son continentes, vehículos, interfaces; son materia inestable, maleable, sensible e inabarcable. Dentro de la piel se abre un mundo ilimitado y fuera de ella una multiplicidad de sensaciones, relaciones, conexiones e identificaciones. Me interesa el proceso sobre cómo hacemos cuerpo y cómo habitamos nuestros mundos a través del mismo.
Karen Cheirif
La relación de Karen Cheirif con el espacio, su continua búsqueda sobre el significado de habitar, la ha llevado a diversas experiencias, dudas y cuestionamientos sobre cómo el ser tiene la capacidad de convivir y, en cierto sentido, apropiarse de un espacio: animarlo, ensuciarlo, limpiarlo, respetarlo, cuidarlo…darle vida. Es así como Karen interviene Casa Frissac para habitarla desde la intuición e instinto primigenio de relacionar su cuerpo con el medio circundante.
Más que una exposición, para Karen esta muestra se ha convertido en un ejercicio de habitar la casa de manera procesual. Elementos como velas, sal, masa, vasijas entre otros son constantes en las piezas presentadas, los cuales se transformarán a lo largo de esta ocupación. El planteamiento de dicho ejercicio ha sido el resultado de la relación artista-curadora que se ha convertido poco a poco en un acompañamiento entre dos seres que se corresponden y comparten su experiencia sobre el habitar este mundo.
Daniela Orozco
Todo cuerpo es una casa
Karen Cheirif en el Museo de Querétaro. 2023
Texto por Paola J. Jasso
Edward Casey, filósofo americano argumenta en Getting Back into Place: Toward a Renewed Understanding of the Place World 1 que cuerpo y lugar pertenecen el uno al otro como una dualidad, el espacio o el lugar en el que nos encontramos está íntimamente relacionado con lo que somos y cómo somos. Éstas ideas forman parte de la corriente del giro espacial donde el tiempo dejó de ser el principal foco de atención y en la cual el espacio y los lugares cobran mayor importancia.
En el espacio puede leerse el tiempo, los cuerpos habitan lugares que se convierten en otros cuerpos interpretables-representables y habitables como la casa o La Tierra misma, generando así una simbiosis e interconexión entre habitante-habitáculo, cuerpo-espacio. La artista Karen Cheirif explora el profundo y complejo entrelazamiento entre el cuerpo y su relación con el mundo. A través de su obra, Cheirif reflexiona sobre el espacio, un espacio que se moldea según se habita, mostrándolo como una construcción nutrida por su forma de habitar y de las historias que edifican su recuerdo, mostrando así un crisol de movimientos, memorias sensibles y conexiones que replantean sus límites físicos.
El cuerpo en esta exhibición no es sólo un receptáculo, sino una morada íntima y expansiva, así como la casa no es sólo un lugar en el que se vive, los límites se borran y los conceptos se amplían. Cheirif se adentra en las capas profundas de sus experiencias vividas, revelando cómo el cuerpo mismo se convierte en estructura, espacio interior y exterior que da forma a la identidad y a la percepción del ser en el mundo, mostrando cómo la historia familiar y cultural forjan nuestra memoria y tránsito. Del mismo modo hace consciente que ese cuerpo está contenido en otro más amplio, desenvolviéndose en una mirada integral que nos invita a reconsiderar nuestra posición en el universo. A través de diferentes piezas, la artista destaca la vulnerabilidad y fragilidad inherentes a cada contenedor-cuerpo-casa, mostrando cómo estas cualidades no debilitan, sino que engrosan los estratos interpretativos de la experiencia humana.
Las preguntas que impulsan la búsqueda de Cheirif abren un diálogo crucial sobre la relación entre el cuerpo y su entorno y las estructuras del espacio como cuerpo contenedor:
¿Qué es un cuerpo?¿Qué es una casa?¿Cómo se habita un cuerpo? ¿Cómo la casa habita el espacio y cómo el cuerpo habita la casa?¿Qué nos dice nuestra forma de habitar una casa de la forma que habitamos nuestro cuerpo? ¿Qué otros cuerpos habitan el espacio? Desafiando las narrativas preconcebidas y explorando nuevas perspectivas y relaciones entre naturaleza, estructuras, cuerpo y movimiento, se enfrenta a la complejidad de habitar dentro de diferentes realidades, donde el cuerpo de la artista devela su transformación constante.
Cada estructura, cada forma y cada textura hablan de un pasar del tiempo-habitado develando crecimiento, movimiento y formas en perpetuo cambio. Los lugares y espacios representados en las obras se convierten en metáforas concretas de un mundo atravesable y vivido. El cuerpo-casa o la casa-cuerpo no es una sola y tampoco se encuentra estática, sino que se convierte en agente activo que siente, florece, brota, goza y, en ocasiones, experimenta dolor por los afectos que le traspasan.
En Todo Cuerpo es una Casa, Karen Cheirif explora sus propias conexiones la casa, la identidad y el espacio, repensando cómo percibimos y comprendemos la experiencia del cuerpo, reflexionando sobre su capacidad de ser simultáneamente estructura, continente, hogar, deseo y acción. Tanto de experiencias múltiples como de espacios, lugares y afectos que algunas veces pueden escapar a la definición, pero que muestran a la experiencia del espacio vivido y al espacio mismo, como un eje de la subjetividad que siempre puede ser reconstruído y emancipado
1 Edward S. Casey, Getting Back into Place: Toward a Renewed Understanding of the Place-World (second edition). Bloomington, IN: Indiana University Press, 2009
Sismograma
Karen Cheirif en la galería Espacio Alternativo ENPEG La Esmeralda. 2016.
Texto de León Plascencia Ñol
La serie de dibujos de Sismograma, hechos en distintos pliegos de papel, llama la atención por sus singularidades, ritmos y tonos. La serie, iniciada como un “diario sismográfico”, es planteada por Karen Cheirif Wolosky como una lectura del “yo” a partir de una serie de movimientos de luz y sombra logrados con el grafito y el carbón, que funcionan a la manera de un instrumento de medición sísmica. El temblor interno, o el terremoto emocional, son delineados, esgrafiados, manchados en el papel como si de una escritura automática se tratara: las sensaciones y estados internos de la autora adquieren una condición de radiografía. Los recursos gráficos funcionan es distintas capas, desde el paisaje mental –nervioso, repetitivo, convulso– que va fracturándose hasta volverse abstracción pura, o la casi reproducción exacta del dibujo de un árbol partido en dos, o los detalles ampliados con microscopio de un fragmento de piel. Las múltiples lecturas del espectador pueden girar por diferentes vertientes, pero lo que es evidente en este “diario” es su capacidad de generar tensión en el ojo de quien ve. Líneas, puntos, manchas, son la escritura que sirve de referente para entender ese trastocamiento personal o hundimiento síquico. Dice la autora: “las líneas a las que recurro se plasman como rayados enérgicos, convulsiones y torsiones, adelgazamientos temblorosos o repeticiones: forman entramados o se decantan en vellosidades, arterias o hilos; en ocasiones se ordenan siguiendo un eje y en otras se trasladan libremente por la superficie generando brechas. Los puntos se acumulan estableciendo superficies y texturas, y las manchas configuran el espacio estableciéndose como masas de gran peso”. El formato vertical –impresionan los pliegos de un metro cincuenta, un poco menos que la estatura de la autora– sirve para constreñir, o mejor, sujetar en un espacio delimitado, el pensamiento y las emociones. Sismograma es una cartografía de un cuerpo llevado al límite, de una tensión entre lo externo y lo interno, entre la visibilidad del trazo y lo que permanece oculto en las aristas de un instante.